«El
principio de todo principio —valga la ambigüedad semántica— es
captar la atención de quien está leyendo, tarea nada fácil si
tenemos en cuenta la cantidad de posibilidades de distracción a la
que nos avoca la modernidad. En otros tiempos parecía más fácil
que un comienzo tipo «En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no
quiero acordarme» o el más típico asociado a los cuentos populares
infantiles «Había una vez hace mucho, mucho tiempo» engancharan a
un público que no tenía muchos más medios de ocio. Sin embargo hoy
día, cuando aunque sea de oídas y no de “leídas” quien más,
quien menos sabe de memoria estas fórmulas de inicio, se hace
necesario buscar nuevas formas y el microrrelato
(y el relato breve
en general) utiliza todos los mecanismos, clásicos, modernos,
literarios o extraliterarios que la cultura pone a su alcance»i.
Igual
que tendemos a recordar grandes finales de películas o el tópico
«colorín colorado este cuento se ha terminado», o «fueron felices
y comieron perdices» (de ahí su posible extinción como especie o
que no aparezcan en las pelis de Disney), hay una serie de principios
también memorables.
Casi
siempre recurrimos a los de las novelas universales de la literatura
pero en el cuento, en el relato breve contemporáneo hay algunos
comienzos que no se van de la cabeza. En ocasiones, como suele sucede
con los clásicos, que todo el mundo conoce pero que casi nadie
confiesa no haber leído, sólo recordamos eso: el título, el final,
vagamente la historia y el comienzo.
Aquí
van unos pocos pero representativos principios de cuentos extraídos
del Taller
de Cuento del Proyecto
y del Taller de Cuentos DeSgenerad@s:
«No recuerdo por qué mi hijo me
reprochó en cierta ocasión: —A vos todo te sale bien». Adolfo
Bioy Casares. Margarita
o el poder de la farmacopea.
«—¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a
decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por
caridad». Juan
Rulfo. Diles
que no me maten.
«¡Es cierto! Siempre he sido
nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué
afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis
sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Oía todo lo que puede
oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno».
Edgar Allan Poe.
El corazón delator.
«Debo a la conjunción de un espejo
y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqba»r. Jorge
Luis Borges. Tlön,
Uqbar, Orbis Tertius
«Su luna de miel fue un largo
escalofrío». Horacio Quiroga.
El almohadón de plumas
«Un envanecido crítico literario
aparece muerto en su despacho cerrado por dentro, sentado a la mesa y
con un cuchillo en la espalda. Se había ocultado allí días». Ángel
Olgoso. Crimen
perfecto.
Con ese
buen sabor de boca —un ligero regusto a sangre— que nos deja ese
cuento de Olgoso que cualquiera que se dedique a escribir a añorado
alguna vez, no resta más que decir Fin.
PD:
Seguro que se les ocurren muchos otros comienzos memorables de
cuentos. ¿Ayudan a nuestra memoria?
i
Extracto del Módulo 5. “El principio”, de
Taller
de Cuentos Chaparros.
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