Como propusimos la semana pasada, convocamos al público a sumarme como miembro del jurado para decidir entre los diez microrrelatos finalistas del I Concurso de Micros en el Micro.Las votaciones recibidas en el blog se tendrán en cuenta como un voto más. Gracias por participar.
Aquí pueden leerlos y al final de la página de Cuentos Chaparros encontrarán la encuesta para elegir sus preferidos. Pueden votar por más de uno.
Semana 1. Política
Detrás
de un gran hombre
El
futuro presidente se retiró a la suite del hotel tras el mitin.
Pidió a los escoltas y al personal que se marchasen; era la norma, y
nadie le molestaría hasta el amanecer. Una vez solo, se desanudó la
corbata, se descalzó y se tiró en el sofá. Realizó una llamada
telefónica, y a los pocos instantes, por la puerta contigua, entró
un individuo; réplica de él. Lo invitó a sentarse a su lado. No me
acostumbro a verte con mi aspecto, le dijo, y entonces la encubierta
primera dama se abalanzó sobre él.
©
Leonardo Dolengiewich
Semana 2. Fantasmas
Mamá
no respeta mi espacio físico
Mamá
no respeta mi espacio físico. Entra a mi habitación sin golpear,
hace oídos sordos a mis protestas. Ordena a su gusto, va poniendo
las cosas en bolsas rotuladas. No la entiendo. Se lo digo. Sigue sin
oírme. Tira a la basura mis frascos de colección: el de pelusas, el
de mocos, el de uñas. Dice qué asco.
Mamá
no respeta mi espacio físico. No sé qué más hacer para que sepa
que ya no soy un niño. Pasa a través de mí y arroja a la basura
aquella soga con la que hace dos días me colgué del cuello.
©
Leonardo Dolengiewich
Semana 3. Cronopios
La
triple A
—Me
llaman Ángela.
Confieso que he vivido una identidad equivocada como hembra humana.
Soy, y así lo reconozco ante esta Asamblea,
una mujer cronopio. Creo en la humanidad, en el sentido común y en
la igualdad. Soy capaz de reconocer la tolerancia, la ingenuidad y la
creencia en que el futuro se puede cambiar. Reconozco mi incapacidad
para demostrar odio o rechazo salvo hacia este recinto infame.
—Me
llamo Andrés
y también soy alcohólico.
©
Toñi Ramos
Semana 4. Jeroglíficos
Jeroglífico
Volví
después de más del tiempo necesario, tras todas las ausencias
voluntarias e involuntarias.
Ya
nada parecía igual en
la ciudad que me había visto nacer,
que me había visto morir poco a
poco.
Trate
de recordar todos los sueños, me empeñé en intentar
lo que en otro tiempo fue imposible.
Busque
el modo de descifrar las
rutas de
la noche en
los nuevos callejeros, pero no me tropecé ni con
mi sombra. Ya, desorientado, olvidé
incluso cual era mi destino inicial,
y perseguí
entonces quimeras al amanecer.
Ahora, llevo aquí demasiado tiempo,y
sigo igual de
perdido.
Solución:
1-1,2-19, 3-10, 4-5, 5-1y10 + final
©
Helio Ayala
Semana 5. Cuentos infantiles
Post
it
Te
encanta el rojo y salir de noche. Cuidas de la abuela, vas sola a
cualquier lado, no olvidas tu bolso, no tienes amigas, tarareas
siempre esa aburrida cantinela y te mueres de miedo por si otro te
hace el mismo daño. En serio, mamá, me gustaría saber quién te
ayudó a elegir mi nombre.
Un
beso, Mafalda.
©
Toñi Ramos
Semana
6. El
alma
Ni antes ni
después
Los
abrazos del padre Damián y la teoría de Darwin tuvieron mucho
que ver. A partir de entonces le fueron familiares palabras como
ateo, agnóstico, liberal, progre, izquierdista, laico y
republicano. Las escuchó y sirvió cuanto pudo más que nada por
certeza. Por eso cuando estas descansaron y dieron paso a
enfermedadcáncersoledaddolor,
deseó creer. Por supuesto, con toda su alma, durante cinco minutos,
creer, pero no tenía con qué. Y no lloró, ni suplicó,
ni rogó, porque sabe que en ese Masallá
del que oía hablar siempre no iba a
existir absolutamente nada.
©
Toñi Ramos
Semana 7. Internet
Blogs
enamorados
Ella
fue la que empezó.
Él
odiaba la tecnología. Nunca entendió cómo podían gustarle tanto
los cachivaches; sentía celos cuando estaba conectada.
Después
de diez años, buscando formas nuevas para aprender, él
también claudicó. Ahora se conecta a diario, perdiendo su vista y
su tiempo mientras navega. Tiene compañeros cibernéticos,
profesores telemáticos, perfil en
facebook, seguidores, avatar.
Incluso twittea.
Los
dos tienen blog.
A menudo chatean desde habitaciones distintas, se comentan entradas,
se envían correos, buscan palabras o emoticonos para regalarse.
Hasta
que se necesitan. Entonces abandonan, por fin, los portátiles
desnudos sobre la alfombra o sobre la cama.
©
Raquel Romero Luján
Semana 8. Diversidad
Telón
y terciopelo
Llegó
taconeando sobre las cinco de la mañana. Lanzó con desgana el bolso
sobre el sofá. Se sirvió una última copa. Se planto frente al
espejo, por un momento se contempló. El maquillaje había aguantado
bien toda la noche, casi le daba pena quitárselo. Se despojó
despacio de toda la ropa, como quien deja atrás todos sus sueños.
Luego se puso, sobre la piel desnuda, una bata de terciopelo que
colgaba tras la puerta del armario. Comenzó a desmaquillarse con
ternura, como quien va acariciando el pasado, los miedos que se
ocultan tras una sonrisa perfecta, las burlas que se esconden tras el
rubor de las mejillas, las lágrimas que siempre acuden a joder el
rímel, todo lo que pudo ser y nunca fue una sombra en la mirada…
Cuando acabó, vio al fin todas sus penas dibujando sus
arrugas; se dio la vuelta y meó de pié salpicando la tapa. Luego
apagó las luces y dio por concluida la función.
©
Helio Ayala
Semana 9. Trenes
La
espera
Habían
quedado en la estación, junto a la vetusta vendedora de flores. Él
llegó primero. Compró unos lirios y esperó frente al mural de
azulejos; réplica de la estación. Caviló que decirle, pero,
cansado de esperar, se distrajo observando la imagen. Fue seducido
por ella, por los trazos de las vías del tren, por las figuras que
esperaban en el andén, por la silueta del dorso de un joven.
Cuando
ella llegó, no lo halló allí. Tan solo estaban la anciana y el
grabado de azulejos, donde un joven de espaldas portaba unas flores.
©
César Socorro
Semana 10. Espejos
El
restaurador
Sara
Wells es una buena hija. Cuando su padre enfermó, me trajo un espejo
para reparar; quería sorprenderlo a su regreso del hospital. Me lo
enseñó. Por lo visto el Sr. Wells se afeitaba en el instante de su
desfallecimiento, y su reflejo permanecía aún en él. Ella me pidió
que lo eliminase. Y la lana de acero hizo el resto. Poco a poco, la
imagen desapareció de la superficie. Justo después telefoneó su
hija sollozando.
©
César Socorro
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